jueves, 19 de julio de 2012

Son irresistibles

Son irresistibles. Mirarlas cuando están solas curiosamente es cuando se vuelven más irresistibles. Uno las puede ver en una plaza, en una calle, reventando en risitas de niñas, moviéndose en una danza suave y frágil, abriendo sus bocas, mostrando sus dientes blancos, brillantes, con sus peinados con formas, llenos de colores, sus ropas como jirones, como tiras más delgadas y gruesas que conforman algo así como un estuche con el que se mueven como si no fuese complejo vestirlo.

Sus zapatos, algo tan básico como una suela para no pisar un vidrio, es de lo que hablan. Y los lucen como si no se hubiesen dado cuenta de que viajan sobre ellos: botitas cortas con tiras y hebillas, zapatitos sin cordones y con la punta redondeadas que solo cubren sus dedos y algo más, botas de caña larga, zapatillas con dibujos, tacos colorados, negros, verdes, tacos hiperdelgados que las obligan a moverse como las ramas de un sauce llorón, tacos gruesos que se escuchan repicar de lejos, borseguíes marrones, ¡todos de número tan chiquito! que si uno los toma con sus manos ahí están, ocupando apenas la palma de la mano. Juguetes, así andan, viviendo una vida llena de juguetes. Y ríen, y lloran, y gritan, y corren, nadie las puede parar salvo desde alguna tristeza. Es entonces cuando aminoran su vida y retiran del mundo su boca estirada y sus pantallas blancas, y enderezan sus cejas, y comienzan a inmovilizar sus ojos, sus pómulos permanecen quietos hasta que cualquier hombre empieza a entenderla reconociendo los gestos masculinos más comunes. Gestos duros, gestos de "estar aguantando".

Cuando llueve, si están contentas, hablan de la lluvia y la miran. Nada las distrae del todo, cualquier pausa les lleva la mirada a la ventana. Y si están en la calle se rien, corren cubriéndose y se ríen. Es que todos los líquidos le son familiares, son jugo, son sangre, son lágrimas. Son blandas. Y si son dos las que corren bajo la lluvia, una se hace la graciosa y actúa, porque todo lo que hacen lo actúan. Y son exagerados policías haciendo la veña, o son bailarines graciosos, o son marionetas sin hilos, y actúan, y bailan, bailan todo, bailan caminando, bailan poniéndose una bota, bailan subiéndose a un taxi, bailan, y la música aparece sola en un silbido propio, en un suspiro de cualquiera que las estemos mirando.

Son irresistibles. Cuando trabajan llegan con sus disfraces coloridos y sus peinados con formas y se sientan derechitas dejando que el pelo haga lo propio y estudiado ante cualquier movimiento de sus cabezas. Y cuando uno se acerca y habla con ellas, ¡ellas hablan a la par! ¡Hablan de lo mismo! Además de tener el poder de la belleza, del encanto, pueden hablar y opinar de cualquier cosa. Leen. Leen y hacen comentarios diferentes. Dicen cosas que a uno jamás se le ocurrirían, y entonces sus ojos se abren, y sus pupilas se transforman en corredores, túneles profundos que nos cuentan que adentro de esa nave suave y feliz hay más. Entonces empiezan los diálogos, y las palabras, y las vocesitas, y sus puntos de vista tan variados, tan fascinantes que uno olvida el "deber ser" y se permite, mientras mira hacia los costados, meterse en esos ojos y entrar.

Y se sorprende del desorden, de todas las cosas amontonadas, de los sitios sin barrer, de toda la impulsividad que mueve la nave bailarina y que no alcanza a ordenar lo propio, entonces uno acomoda algo, mueve otra cosa, barre un poco y la máquina se calma, deja un poco de andar con rísas por la calle, se olvida por momentos de sacudir el pelo en actuaciones de marioneta y nos mira. Nos mira recién ahí, aunque nos vio siempre, nos estudió, nos catalogó, solo recién ahí nos mira.

Nadie sale igual después de entrar por sus pupilas. Nadie. Todo toma otro sentido. Las palabras "tesoro", "aventura" y "dar" toman otro significado. Otro. Y sin que nadie nos lo diga, los espectadores nos fijamos cómo estamos vestidos, si tenemos rico olor, si estamos limpios... Sin que nadie nos lo diga nos comportamos distinto cuando ellas aparecen, procuramos sonreír, hacer chistes o lo que sea para que esas risitas jamás anochezcan. Su belleza radica, se nutre, late en esa composición natural entre el permiso de ser siempre niñas y la capacidad para resistirlo todo.

Son irresistibles. Ellas y el matambrito tiernizado con guarnición.




8 comentarios:

  1. genial! como siempre...

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  2. Qué bonita manera de escribir sobre las mujeres!
    Qué mujer no se sonreiría al leer tantas palabras llenas de aromas y movimientos?
    Gracias por esa visión tan bondadosa!

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  3. Yo creo que le decís esto, personalmente a una mujer y cae a tus pies. Una muy linda manera de halagarnos. Muy bueno!

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